domingo, 19 de diciembre de 2010

El Nobel Vargas Llosa nos cuenta, desde las páginas de El País, el ejemplo de un colegio sueco: modelo de ciudadanos y de vida

Rinkeby

PIEDRA DE TOQUE. Un colegio de un barrio del sur de Estocolmo es el espejo de lo que debería ser la sociedad humana. En él conviven niños que hablan 19 idiomas distintos y proceden de un centenar de países

MARIO VARGAS LLOSA

EL PAÍS - Opinión - 19-12-2010

Si usted visita Estocolmo, le aconsejo que, además de los museos, los palacios, el barrio antiguo y las islas, visite un modesto barrio del Sur de la ciudad llamado Rinkeby. La inmensa mayoría de sus pobladores son familias inmigrantes y, me dicen, se trata de uno de los distritos más pobres del país, aunque la idea de pobreza en Suecia, que ha alcanzado el más alto nivel de vida del mundo junto con Suiza, tenga poco que ver con lo que para el resto del planeta esta palabra significa.

Lo importante de conocer en Rinkeby es el colegio público, una institución que es un espejo de lo que debería ser la sociedad humana, el mundo entero, si prevalecieran entre nosotros los mortales la sensatez, el tino y el espíritu práctico. Hay en este colegio chicos y chicas que hablan 19 idiomas distintos y proceden de un centenar de países diferentes. Todos conocen el sueco y el inglés, pero no han perdido su lengua materna porque el colegio se las ha arreglado para que todos reciban, cuando menos una hora por semana, clases en el idioma que hablan en casa y hablaron sus ancestros. El director del colegio, Börje Ehrstrand, está convencido de que la integración de estos niños a la cultura y a los usos de Suecia es más fácil no si rechazan, sino reivindican y se sienten orgullosos de su origen. La filosofía que impregna la escuela de Rinkeby cabe en una palabra: tolerancia. De la frenética cantidad de cosas que hice y que vi en los ocho días que acabo de pasar en Estocolmo, pocas me conmovieron tanto como la tarde que estuve en Rinkeby. Me dieron la bienvenida 19 niños y niñas, cada uno en un idioma distinto. Todos ellos constituían un verdadero abanico de las razas, las tradiciones, las religiones y las culturas del mundo. Había jovencitas escandinavas en minifalda junto a muchachas veladas del Yemen, árabes norafricanos entreverados con turcos, chilenos y chinos, atuendos extravagantes y formales. Comenzaron la función cantando canciones nórdicas relacionadas con la Navidad. Después, vino el espectáculo. Constaba de dos partes. La primera consistía en un resumen de la vida y la obra de Alfred Nobel (1833-1896), el químico que inventó la dinamita, fue un poderoso industrial y legó su fortuna para la creación de los premios que llevan su nombre. Esta síntesis biográfica no ocultaba que el fecundo y célebre personaje había sido un socialdemócrata republicano y antimonárquico y que había pergeñado también algunas obritas literarias, con más entusiasmo que inspiración. Luego, la representación se volvió todavía más didáctica y nos explicó a los presentes en qué consistían los hallazgos y realizaciones que habían merecido este año a sus autores los premios Nobel de Medicina, Física y Química. ¡De quitarse el sombrero! La víspera, en un programa de la BBC, los propios laureados intentaron iluminarnos a los profanos sobre aquellos inventos y -creo que no hablo por mí solo- nos dejaron a todos en la luna de Babia. Estos mocosos, en cambio, a través de sus dibujos, fotografías, tarjetas y explicaciones orales, algunas impregnadas de buen humor, consiguieron darnos a los espectadores una idea bastante más precisa de aquellos logros científicos, incluido el prodigio magnético del sapo volador (la estrella de los Nobel de este año, sin la menor duda), conseguido por el físico Konstantin Novoselov. La segunda parte consistió en contar y representar de manera resumida una novela mía, El hablador, en la que un muchacho judío peruano, limeño y de clase media, se vuelve un contador de cuentos machiguenga, es decir, vive una conversión cultural que es también una mudanza histórica, de hombre moderno y racional en un ser primitivo, mágico y religioso. Lo hicieron maravillosamente bien, ilustrando con diseños, música y estampas, los textos que iban leyendo en diferentes idiomas los distintos narradores. Me pareció estar reviviendo las interioridades de todo lo que fue la construcción de aquella historia. Ni el barrio ni la escuela de Rinkeby fueron hace 20 años la sombra de lo que son ahora. La violencia reinaba en el lugar y las fotos de la época muestran que las aulas, patios y pasillos escolares eran un monumento a la suciedad y al desorden, en tanto que el rendimiento escolar era el más bajo del país. Fue en estas condiciones en que uno de los profesores, Börje Ehrstrand, asumió la dirección. Las reformas que introdujo fueron discutidas con los padres de familia, a los que, a partir de entonces, se les dio una participación intensa y constante en todas las actividades escolares, incluidas las didácticas. Ellos mismos y los alumnos aseguraron a partir de entonces la limpieza del local, haciendo trabajo voluntario. Los dos primeros años son los más difíciles y en ellos la tarea primordial de la escuela es ir limando la desconfianza y la actitud huraña de los recién llegados hacia sus compañeros de carpeta que visten distinto, hablan otra lengua, adoran a otro dios. Algunos se adaptan con facilidad; los que no, tienen cursos especiales, a los que asisten los padres, asesorados por los dos psicólogos que forman parte del plantel. Generalmente, a partir del tercer año la comunicación y los intercambios son fluidos y se puede hablar de una integración en la diversidad, porque los denominadores comunes -el idioma y la aceptación del "otro"- ya forman parte de la personalidad del alumno. La escuela de Rinkeby no solo es notable porque en ella coexistan niños y niñas de todo el espectro cultural; también, porque desde hace tres años sus alumnos figuran en el palmarés del concurso nacional de matemáticas y por los excelentes logros académicos del promedio. La demanda ha hecho que en los últimos cinco años la escuela haya crecido, que en la actualidad una cuarta parte de sus alumnos procedan de otros barrios, y que la fama de la institución vaya trascendiendo las fronteras suecas. Hace poco, la Comunidad Europea la premió como la institución que más éxito ha tenido en la prevención de la delincuencia juvenil. Sentí mucho no haber tenido ocasión de conversar, en esa tarde tumultuosa, con Börje Ehrstrand, a fin de conocer más de cerca al autor de esta hazaña cultural y democrática que es el colegio que dirige. Pero sí visité la biblioteca y me dio gusto saber, por boca de una de las bibliotecarias, que la enseñanza de la literatura y la incitación a leer forman parte primordial del currículo de la escuela. No es de extrañar que, al revés de lo que se suele creer, que la escuela no es más que un reflejo de aquello que ocurre en la vecindad, en este caso la formidable transformación del colegio del barrio haya tenido un efecto saludable en la comunidad que lo rodea, atenuando la violencia, las disputas étnicas y religiosas, la criminalidad. Suecia no ha sido inmune a los prejuicios contra la inmigración que, atizados por la crisis financiera y la consiguiente reducción del empleo, ha dado a partidos y movimientos extremistas, antiinmigrantes y xenófobos, una presencia política que no tenían. Por primera vez, uno de ellos ha entrado al Parlamento sueco en las últimas elecciones. No es la primera vez que ocurre así. Cuando una sociedad es víctima de alguna catástrofe, económica o política, surge la necesidad de un chivo expiatorio y, por supuesto, los inmigrantes son los blancos principales. No importa que todas las estadísticas señalen que sin la emigración los países europeos no podrían mantener los altos niveles de vida que tienen y que lo que los trabajadores extranjeros aportan a la economía de un país es muy superior a lo que de ella reciben. Pero la verdad se hace añicos contra lo que Popper llamaba el espíritu de la tribu, ese rechazo instintivo del "otro", del que no forma parte de la propia manada u horda, esa cerrazón primitiva que es el mayor obstáculo para que un país alcance la civilización. Por eso, lo que ha conseguido el colegio de Rinkeby es tan importante y debería servir de modelo a todos los países que reciben grandes contingentes de inmigrantes y quieren evitarse los problemas que resultan de la marginación y discriminación de que estos suelen ser víctimas. Hay que empezar con los niños. Que estos aprendan a convivir con quienes tienen hablas, pieles, dioses, costumbres distintas, y que, conviviendo, vayan desprendiéndose, como de un residuo inútil, en sus propias culturas, de todo aquello que dificulta o impide la coexistencia con los otros, es la más segura manera de conseguir que más tarde, cuando sean ya hombres y mujeres, puedan vivir en paz en esa diversidad étnica y lingüística, que, nos guste o no, será el rasgo primordial del mundo cuyos umbrales ya pisamos. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Eliacer Cansino ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con Una habitación en Babel

En El País del sábado (18 de diciembre) aparece este artículo sobre Eliacer Cansino: algunos de vosotros habéis leído El misterio Velázquez. Animaos con esta nueva novela.

PERFIL: EL RINCÓN

Preguntas para mentes en formación

SANTIAGO BELAUSTEGUIGOITIA 18/12/2010

El escritor Eliacer Cansino (Sevilla, 1954) repasa en su despacho el Diccionario de la Lengua Española de la RAE. "Siempre me han gustado los diccionarios porque son como los constructores de catedrales. Son anónimos y dejan un edificio magnífico", comenta el autor, que ha obtenido el último Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con la novela Una habitación en Babel (Anaya). El despacho de su piso de Tomares (Sevilla) está lleno de libros y discos. "Es un lugar de trabajo placentero. El trabajo de la literatura tiene esa doble función: por un lado, es un esfuerzo y, por el otro, es un disfrute. Es un lugar de recogimiento, de privacidad, de inspiración...", afirma este catedrático de Filosofía en un instituto de San Juan de Aznalfarache (Sevilla). Las horas de escritura de Cansino están condicionadas por su trabajo docente y la vida familiar. "Por la mañana doy clases. Escribo cuando puedo. Aprovecho fundamentalmente las tardes. Espero con cierta inquietud a que una idea me atrape de forma vertiginosa. Y cuando eso ocurre, me entrego a la escritura de manera continuada. Suelo trabajar dos horas con intensidad y después releo y corrijo lo que estoy escribiendo. No tengo planificadas mis horas de trabajo. Están casi sometidas a la vida familiar", afirma el escritor, que está casado y tiene tres hijos. "Cada vez trabajo más a partir de una imagen inicial o una idea atrayente que me conmueve. Y a raíz de esa idea el acto de escribir define el camino de los personajes. Intento imitar a la vida en cuanto que los propios personajes de la novela y yo mismo no sabemos adónde vamos. Mi novela es una obra abierta en la que yo mismo intento descubrir qué es lo que quería decir", explica.

Una habitación en Babel tiene como escenario un edificio en el que se hablan distintas lenguas y en el que, a veces, las personas no pueden entenderse. Los conflictos de celos entre adolescentes y de integración en el grupo se mezclan con los producidos por la pobreza y la incomunicación. "Babel también hace referencia a la propia confusión en que vivimos los seres humanos. Cada uno de nosotros es una Babel en la que conviven muchos yos distintos con sus preocupaciones. A través de los personajes intento afrontar problemas existenciales que me interesan. Son los problemas eternos del ser humano: la soledad, el sentido de la vida, la trascendencia, la dignidad... Todas esas cuestiones que se encuentra un hombre cuando está a solas y reflexiona sobre sí mismo", concluye el autor.

"Las 1001 mejores lecturas de la literatura infantil y juvenil"

Este es un artículo de Babelia (El País). En él la autora británica Julia Eccleshare ha reunido 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer. Relatos de todos los tiempos, clásicos de Andersen o los hermanos Grimm y, entre los españoles, historias de Elvira Lindo, Laura Gallego, Bernardo Atxaga y Gustavo Martín Garzo.

ESPECIAL LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Para leer y ser feliz


ROCÍO GARCÍA


BABELIA - 18-12-2010

Hubo una vez una vaca, que atendía al nombre de Mo, que no se gustaba a sí misma. Érase una vez un niño que soñaba en su barrio de Carabanchel. Había una vez un bosquecillo mágico, lleno de sorpresas, miedos y misterios. Y una isla poblada de pájaros y un príncipe que se convertía en mendigo. Y también un elefante que viajaba de la selva a la ciudad. Érase una vez un lugar habitado por hadas, fantasmas y monstruos. Cuentos para todos los gustos. Historias y más historias que han poblado los sueños de los niños y también de los adultos, y que han sido seleccionadas por la editora y escritora infantil británica Julia Eccleshare en 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer (Grijalbo Ilustrados). La obra incluye referencias de autores del mundo entero, desde los clásicos de Andersen o los hermanos Grimm a los últimos cuentos con historias de hoy mismo, con sus correspondientes ilustraciones, en un repaso pormenorizado por los mejores relatos para niños de todos los tiempos, aquellos que han cautivado a generaciones y generaciones y que siguen resistiendo el paso de los años.

"El objetivo del libro ha sido el de crear una guía con las mejores obras, tanto clásicas como contemporáneas, dirigidas a niños de todas las edades y a través de todo el mundo", asegura, vía correo electrónico, Julia Eccleshare. La selección de los autores y los cuentos de 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer se ha realizado, explica Eccleshare, siguiendo las recomendaciones de críticos, escritores, libreros, académicos y profesores, además de tener en cuenta aquellos títulos que han obtenido grandes premios. "Regresar a ese pasado, visitar de nuevo los clásicos nacionales e internacionales ha sido toda una lección sobre los cambios históricos, culturales y también literarios", asegura la también editora infantil del periódico The Guardian. Las reseñas de las obras elegidas, divididas por edades (desde 0 años hasta más de 12), se acompañan de dibujos y, en algunos casos, de las cubiertas originales de las primeras ediciones. Entre los autores elegidos figuran nombres como Roald Dahl, Isabel Allende, Italo Calvino, Louisa May Alcott, C. S. Lewis, Astrid Lindgren, Antonio Skármeta, Bernardo Atxaga, Elvira Lindo o Gustavo Martín Garzo. Libros que van desde los cuentos populares chinos, 200 años antes de Cristo, de autor desconocido, a clásicos como Pinocho o Los tres cerditos, finalizando en éxitos de ayer mismo, como Memorias de Idhún: la Resistencia, obra de Laura Gallego publicada en 2004. Tan importante como las historias son los dibujos que las acompañan. En muchas ocasiones es el propio autor de la historia el que realza también los dibujos, caso de Antoine de Saint-Exupéry y su Principito, Astrid Lindgren y Pippi Calzaslargas o la española Roser Capdevila con sus famosas Tres mellizas. Otras veces es otro el que pone rostro a los relatos del autor, como Quentin Blake, colaborador habitual de Roald Dahl.

Un trabajo largo y pormenorizado que ha contado en cada país con expertos en literatura infantil y juvenil. En el caso de España, esta tarea ha recaído en Estrella Borrego, cordobesa afincada en Barcelona, quien ha escrito los textos de presentación de la casi treintena de cuentos españoles elegidos. Borrego echa de menos algunos títulos más en español, aunque lo comprende por la gran tradición que tiene la literatura infantil en los países anglosajones, que han editado miles y miles de cuentos fundamentales a lo largo de la historia. "El libro es una joya para quien le guste la literatura infantil y juvenil, también para padres y profesores que buscan fomentar la lectura entre los niños", cuenta Borrego, que destaca la recuperación de algunos títulos difíciles de encontrar y de ilustraciones clásicas ya algo olvidadas. "Es estupendo ver el dibujo real de Heidi, tan alejado de la imagen de dibujos animados japoneses que tenemos hoy tan presente", añade Borrego, para quien la literatura infantil está de moda: "Es un tema recurrente en tiempos de crisis".

Moda o crisis, lo que está claro es que, según datos del Anuario de la Fundación SM, esta literatura no se ha visto afectada de manera tan radical por la crisis económica como el resto del sector del libro. Además del continuo ascenso del número de títulos editados (en 2009 el consumo en literatura infantil y juvenil creció en volumen -11,9%- y en valor -11,4%-, casi el triple que el total del sector del libro con respecto al año anterior), uno de los mensajes más positivos, aportados por este estudio, es ver cómo el número de títulos en circulación mantiene su tendencia alcista de los últimos seis años.

Parece pues que son momentos para la imaginación y la creatividad. Sin olvidar, por supuesto, el humor, ese registro que los autores consideran imprescindible a la hora de escribir para niños o adolescentes. Es el caso de Bernardo Atxaga, cuyo libro Memorias de una vaca forma parte de la selección de 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer. "Se trata seguramente del libro más alejado de mi propia biografía, el más separado de mí. Aunque se cuentan cosas duras hay también mucho humor", explica el autor vasco, que recuerda la absoluta felicidad con la que abordó la escritura de ese cuento. "Quizás ha sido el libro que más felizmente he hecho. Fue un verano en París. Lo escribí a mano y en apenas 23 días. Nunca he vuelto a escribir nada en ese tiempo, ni siquiera relatos más cortos. Tiene muchas referencias de París, como los anuncios de la marca de quesitos La vache qui rit que inundaban entonces las calles de la ciudad. Como lo hice a mano solo tenía un original y me entró pavor de perderlo, así que me fui a un comercio con fotocopiadoras y allí me esperé a que, delante de mí, me hicieran las copias. Luego las mandé por correo y me quedé tan tranquilo", cuenta Atxaga.

Y si a Atxaga le embargó la felicidad, con cruasanes y bistrós parisienses incluidos, Elvira Lindo supo cuando escribió Manolito Gafotas, otro de los cuentos seleccionados, lo que era el valor de la ficción. "Recuerdo la época en la que visitaba colegios, cuando ya llevaba tres o cuatro libros: era recibida como una heroína por los pequeños. Me daban besos, algunos lloraban de emoción y muchos creían que Manolito vivía de verdad. Fue muy emocionante", explica desde Guadalajara (México) la escritora madrileña. Casi igual a lo vivido por Roser Capdevila, autora de Las tres mellizas, pero en casa propia. Esta autora catalana, que llevó a la literatura las aventuras de sus tres hijas mellizas -ahora ya con 40 años- echa de menos aquella época de absoluta creación. "Me hacían tan feliz esos libros y esos personajes que me inspiraban los vecinos de mi barrio o mis propias profesoras de la infancia", recuerda Capdevila, una mujer que creció entre los cuentos orales que le contaba su abuela: Cenicienta, El gato con botas o Blancanieves.

También hay hueco en 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer para la más absoluta de las fantasías. Es el caso de Tres cuentos de hadas, de Gustavo Martín Garzo. Un hada caprichosa, algo frívola y olvidadiza, que es todo un homenaje a los cuentos de Andersen o de los hermanos Grimm. Un mundo fantástico que, según su autor, no se aparta de la realidad. "Al contrario, nos permiten adentrarnos en sus zonas más misteriosas y ocultas. Los seres fantásticos que pueblan los cuentos de hadas son un símbolo de todo lo que de prodigioso hay en la vida. Late en ellos la idea de la vida como un don, de que hay que perseguir la felicidad. Toda la literatura fantástica habla de la búsqueda del paraíso", explica Martín Garzo, para quien en estos cuentos de la infancia es donde se encuentran las primeras palabras, las que te enseñan a mirar y te llevan a las grandes preguntas de la existencia. "Si la vida tiene sentido, qué es el amor, por qué existen la injusticia y el dolor, por qué tenemos que morir

... Luego no hacemos sino dar vueltas a esas historias inolvidables una y otra vez".

Ya lo advirtió el británico C. S. Lewis hace un montón de tiempo. "No hay libro que merezca la pena leer a los diez años que no sea digno de leer a los cincuenta", dejó escrito el autor de Las crónicas de Narnia. Una opinión que es compartida por Julia Eccleshare -"lo que leemos en la infancia permanece siempre en nuestra memoria"- y que ha serpenteado en la selección de los 1.001 libros. Como Bernardo Atxaga, que solo recuerda los tebeos de su época de infancia, pero tiene bien presente un libro que le regalaron en su adolescencia: Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens, además de toda la obra de Baroja o Las mil mejores novelas policiacas, en una edición con papel biblia.

Y si hay un título que más que marcar le incitó a leer y escribir a Elvira Lindo fue Mujercitas. "A mí los libros me ayudaron a tener un mundo independiente dentro de una familia numerosa y me despertaron el deseo de ser adulta", señala la autora, que recita toda una larga serie de títulos que ella guarda en un lugar de honor: Huckleberry Finn o Corazón, que le introdujeron en la literatura realista, Zapatos de fuego, sandalias de viento, un clásico alemán que recomienda vivamente y, por supuesto, toda la serie de los Cinco, los Siete, Guillermo Brown o Tintín.

"A Osito Pardo le encanta ser pequeño. ¡Pero a veces le gustaría ser grande de repente!". "Ella conducía el camión como podía, esquivando tocones y madrigueras de conejo". "Brunilda vivía... con su gato Bruno. Él era negro. Y así empezaron los problemas". Son trozos de cuentos, de fantasía, magia, humor, realidad, misterio, miedo. "Todos los libros para niños y jóvenes necesitan una fuerte historia con un argumento que consiga mantener su atención. Un narrador con voz clara en el relato hace que el lector entre de pleno en su mundo y disfrute con él. No pueden faltar ni la imaginación ni el humor", recomienda Julia Eccleshare. Una recomendación que cruza fronteras y edades, que viaja desde el valle de Balanzateghui, donde pasta la vaca Mo, hasta la inmensidad del mar donde el Corsario Negro se bate con los piratas. Mientras Pinocho, ese muñeco de madera, sueña con ser de carne y hueso.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Ciencia y poesía

Nuestros poetas de siempre pero, por esta vez, convertidos en científicos. La poesía está en todos sitios. Disfrutadlas.

ALFA 2

La nueva Física nos ha enseñado que cuando dos partículas simples
se unen, no es para formar una compleja sino para fundirse en una
nueva partícula que es también simple y radicalmente distinta de
cuanto antes existía. Atengámonos a ello. Evitemos las posibles
resonancias humanístico-biológicas. Lo que existe es un colectivo, no
una reproducción, ni una suma de partículas aisladas: El amor a todos
los niveles: Un conjunto en perpetua interacción.

¿Y si todos fuera nadie?
¿Y si empeñarse en nombrar
sólo fuera complicar la claridad de marcharse?

¿Y para qué señalar
si no hay nada señalable?
¿Y si la luz sólo fuera simplemente un vaciar?

¿Y por qué tanto besarnos?
¿Y por qué tanto mordernos
si ni tú ni yo existimos en esta nada adorable?

¿Por qué explicar si no hay tiempo?
¿Por qué nombrar? No existimos.
Sólo existe hoy este aire de un veintisiete de Junio.

Pero podemos contar:
Trece, doce, once, diez.
Porque es siempre apasionante la cuenta atrás.

No somos uno en otro.
Somos nadie, nada más.
y una anónima luz, y un amor mortal.

Gabriel Celaya

GAMMA-2

Cuanto más sabemos y más ancho vemos, más
comprendemos que dependemos de cosas minúsculas.
¿Cuántos ángeles pueden posarse simultáneamente en la
punta de una aguja?, preguntaba un Magíster de la
Universidad de la Sorbona, allá por el siglo XIII.

¿Y por qué tan neutral, tan seguro de sí mismo
Don Neutrón?
Uno anda dando vueltas con sus eléctricas cargas
y él, estable, ni se entera
de que uno, aunque chiquito, podría como una broma
armarle la de no-Dios,
la desintegración.
Basta un salto, quanto o tanto,
¡y se acabó, señorón!

NÚMEROS

Tenías abecedario
innumerable de estrellas;
clara
ibas poniendo la letra,
noche de agosto.
Pero yo, sin entenderla,
misterio, no la quería.
Aquí en la mesa de al lado
dos hombres echaban cuentas.
Más bellas que los luceros
fúlgidas, cifras y cifras,
cruzaban por el silencio,
puras estrellas errantes,
señales de suerte buena
con largas caudas de ceros.
Y yo me quedé mirándolas:
-iqué constelación perfecta
tres por tres nueve!- olvidado
de Ariadna, desnuda allí
en islas del horizonte.

Pedro Salinas


EN LAS CONSTELACIONES

En las constelaciones Pitágoras leía,
yo en las constelaciones pitagóricas leo;
pero se han confundido dentro del alma mía
el alma de Pitágoras con el alma de Orfeo.

Sé que soy, desde el tiempo del Paráíso, reo;
sé que he robado el fuego y robé la armonía;
que es abismo mi alma y huracán mi deseo;
que sorbo el infinito y quiero todavía...
Pero ¿qué voy a hacer, si estoy atado al potro
en que, ganado el premio, siempre quiero ser otro,
y en que, dos en mí mismo, triunfa uno de los dos?

En la arena me enseña la tortuga de oro
hacia dónde conduce de las musas el coro
y en dónde triunfa, augusta, la voluntad de Dios.

Rubén Darío

SONETO A LA CIENCIA

¡Oh ciencia, verdadera hija de la antigüedad,
Que todo lo alteras con tus penetrantes ojos!
¿Por qué te ensañas con el corazón del poeta,
Cual buitre cuyas alas son la gris realidad?
¿Cómo podría él amar o tener por sabia
A quien no le permite que en sus ensoñaciones
Busque las joyas que rutilan en el firmamento,
A donde se remonta en intrépido vuelo?
¿No has sacado tú a Diana de su carro?
¿No has expulsado a la dríada del bosque
Obligándola a refugiarse en planeta más feliz?
¿No has arrancado a la náyade de sus aguas,
al elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño estival bajo el tamarindo?

Edgar Allan Poe

EL PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES

Un rey en viaje cae a un pozo profundo
nadie tiene la menor idea de cómo salvarlo
hasta que un paje llamado Arquímedes
recomienda comunicar el abismo
con una laguna de la vecindad
y el rey subió con el nivel del agua.

http://www.madrimasd.org/comun/images/1pix.gif Nicanor Parra

NOCTURNO

... Es la celeste geometría
de un astrónomo viejo
sobre la ciudad alta-torres
negras, finas, pequeñas, fin de aquello...-

Como si, de un mirador último
lo estuviera mirando
el astrólogo.

Signos

exactos -fuegos y colores -,
con su secreto bajo y desprendido
en diáfana atmósfera
de azul y honda transparencia.

iQué brillos, qué amenazas,
qué fijezas, qué augurios,
en la inminencia cierta

de la estraña verdad! Anatomía
del cielo, con la ciencia
de la función en sí y para nosotros!

- Un grito agudo, solo, inmenso,
como una estrella errante. -
...¡Cuán lejanos

ya de aquellos nosotros,
de aquella primavera de esta tarde
en Washington Square, tranquila y dulce -,
de aquellos sueños y de aquel amor!

Juan Ramón Jiménez

ME GUSTAN LAS MATEMÁTICAS

Como ninguna otra ciencia
Me gustan las matemáticas
Porque agotan mi paciencia
Con cuestiones enigmáticas
Confieso, sin estridencias,
Que me resultan simpáticas
Todas las circunferencias
Y demás curvas cuadráticas
Yo comprendo que la gente
Piense que soy diferente
Porque me gusta soñar
Con las series divergentes
Los números trascendentes
Y la función modular

José Antonio Hervás

EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.

Y el ángel de los números,
pensativo, volando
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.

Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.

Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.

Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3 y el 4...

Rafael Alberti, Sobre los ángeles




Sobre la difícil tarea de enseñar a leer y escribir

Víctor García de la Concha es el actual (aunque por poco tiempo ya) director de la Real Academia de la Lengua. En esta entrevista para El País habla de la nueva ortografía (y de la que se ha organizado con la "ye"), de su labor al frente de la Institución, del trabajo conjunto con las Academias de Hispanoamérica y de la cada vez más numerosa presencia femenina entre los académicos. Es muy significativo el título de la entrevista: ¿qué estamos haciendo mal?, ¿por qué hay que volver a enseñar a leer y a escribir?


VÍCTOR GARCÍA DE LA CONCHA
"Hay que volver a enseñar a leer y a escribir"


JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS


EL PAIS SEMANAL - 05-12-2010

Víctor García de la Concha mira el reloj con impaciencia. Mala señal para una entrevista. Sobre todo si todavía no ha empezado. En su despacho, el director de la Real Academia Española tiene a su espalda un retrato de Santa Teresa, en cuya obra literaria es una autoridad mundial. Sobre la mesa, papeles, más papeles y un puñado de publicaciones académicas: la nueva Gramática, el Diccionario panhispánico de dudas, el de americanismos, las ediciones conmemorativas del Quijote y Cien años de soledad... También hay una cajita metálica. García de la Concha mira el reloj de nuevo, la abre, hay un par de pastillas dentro. No era impaciencia, era "la pastilla". Después de 12 años al frente de la RAE y de decenas de viajes a América para fortalecer la asociación que agrupa a las 22 academias de la lengua, de la que es presidente, el hombre que ha culminado la modernización de una institución fundada en 1713 esta vez se ha tenido que quedar en tierra. La salud, las pastillas. Una infección le ha impedido acudir a Guadalajara (México) para recibir un doctorado honoris causa y participar en la aprobación de la nueva Ortografía, un trabajo que ya ha levantado una polémica que en España ha tomado como bandera el cambio de nombre de la i griega a ye, y en América, la decisión de llamar uve a una letra que los americanos llaman be baja o be corta.

Asturiano de 76 años y diplomático hasta la médula, Víctor García de la Concha se considera un hombre de "consenso" -es una de las palabras que más repite-, de ahí su incomodidad ante cualquier ruido que pueda colarse en una casa en la que las únicas voces que se admiten son las del diccionario. La polémica ortográfica ha sido el último, y mínimo, escollo en un camino que termina esta semana. El próximo jueves, la RAE elige nuevo director después de tres mandatos en los que García de la Concha ha conseguido doblar el presupuesto de la institución: seis millones y medio de euros anuales; la mitad, del Ministerio de Educación, y el resto, de los patrocinios privados y de la venta de sus publicaciones (cinco millones de ejemplares en estos años). Entre tanto, el diccionario en línea (www.rae.es) gratuito recibe tres millones y medio de consultas al mes.

Cuenta el todavía director de la RAE que, junto a la puesta al día de la economía académica, Fernando Lázaro Carreter, antecesor e íntimo amigo suyo, le hizo otro encargo: "Ocúpate de América". Y así fue. Junto a consenso hay una palabra que ilumina la cara de García de la Concha: panhispánico. Después de años de pensar que la patente del español se guardaba en Valladolid, las normas se deciden ahora entre todas las academias. La nueva Ortografía es un ejemplo más.

Menuda se ha armado con la nueva 'Ortografía', ¿por qué?

Porque hemos cometido un error de comunicación. Al final de la comisión interacadémica quisimos explicar qué era la Ortografía. Estábamos contentos. Llevábamos trabajando desde 2002, fue muy discutida, pero no queríamos una reforma. Apenas hay modificaciones; en cambio, hay una minuciosa explicación de las normas. Al final, tres arbustos han impedido ver el bosque, unos pocos ejemplos ocultaron 800 páginas de contexto. ¿Qué imagen hemos dado? Que nos reunimos para cambiar las cosas. Justo lo contrario de lo que habíamos hecho.

Parece que el caballo de batalla es el cambio de nombre de la i griega y de la uve.

En esta nueva edición había un principio directivo: eliminar al máximo las opcionalidades. Cuando llegamos al alfabeto vimos que en América dicen be larga, be alta, be baja, be corta... Hicimos una propuesta para unificar, solo una propuesta. De hecho, los mayores en esa comisión dijimos: nadie va a hacer caso, por supuesto, pero los sistemas de educación sí pueden ir implantándolo.

¿Se dará marcha atrás en el futuro? No lo sé. La Academia Española trató este asunto y la conclusión fue que una be corta no vale una misa.

Cuando usted fue elegido director de la Academia, Fernando Lázaro Carreter le hizo dos encargos: la economía y América. ¿Ha cumplido?

Fui secretario seis años con Lázaro y durante su mandato se constituyó la Fundación pro Real Academia Española. Yo lo que hice fue robustecerla. Al servicio de la RAE están trabajando ahora entre 80 y 100 personas. Somos una mediana empresa.

¿Cuánto cobra un académico?

Nada. Tienen unas dietas modestas por los trabajos que hacen. Esta es una casa de trabajo. Los académicos fundadores decían que ellos trabajaban por servir al honor de la nación. Yo añado siempre que servir al honor de la nación es un honor en sí mismo.

¿Son públicas las dietas de los académicos?

Si le digo la verdad, en este momento no lo sé, pero siempre digo que si los profesionales que aquí están facturaran la hora como en sus profesiones, esta casa tendría que cerrar.

Maneja mucho más presupuesto que cuando llegó. ¿Cómo lo ha conseguido? No es mérito mío. Los sucesivos Gobiernos fueron comprendiendo la importancia del trabajo de la Academia.

¿Cuál fue el primero en comprenderlo?

Hay que ponerse en la historia. Esta casa pagó muy caro el hecho de no plegarse a la voluntad de Franco, que quiso despojar de su condición de académico a los republicanos que estaban en el exilio. La Academia hizo oídos sordos y lo pagó sobreviviendo con una estrechez enorme. Pasado el tiempo, Fernando Lázaro fue a ver a Felipe González y le contó la situación: la casa se caía a trozos.

El otro encargo de Lázaro fue que se ocupara de América. ¿El español ya no se rige desde Madrid?

América ha sido el gran centro de mi trabajo y de mi ilusión. Al poco de que Fernando me lo pidiera, en la primera visita que hice al Rey, Su Majestad me dijo: "No te voy a pedir más que una cosa: que te dediques a América. Yo te iré abriendo las puertas". Y así fue. En estos 12 años he hecho 47 viajes a América. He tenido la suerte de diseñar esa política panhispánica y se ha logrado algo que el resto de las lenguas nos envidian: en Portugal, en Francia

¿Cuál es el secreto de ese éxito?

Cuando publicamos la anterior edición de la Ortografía, en 1999, la sometimos a la aprobación de todas las academias, pero cuando la presentamos, el director de la chilena dijo que para que la obra fuera "plenamente panhispánica" ellos tendrían que haber trabajado en ella desde el principio. Yo me quedé con el calificativo de panhispánica y lo convertí en el punto de apoyo de toda la política. ¿Qué es eso? Pues que todas las academias sean corresponsables de los tres grandes códigos que sustentan la unidad de la lengua: el diccionario, la gramática y la ortografía. Estamos a punto de cerrar el círculo.

¿Nadie desconfió del centralismo español?

No, no, lo que yo iba allí a predicar era el ofrecimiento contrario: "Señores, se ha vuelto una página". Aquí ya no hay una única norma del español que es la de la Academia de Madrid. La norma será policéntrica porque la lengua es policéntrica, y la Academia lo que hace es registrar lo que los hablantes medios cultos estiman como correcto y sancionarlo como norma. Ignacio Bosque [ponente de la Gramática] se ríe mucho porque dice que yo repito una frase que es: codo con codo en plan de igualdad. Pues eso es.

¿También en los beneficios económicos?

Por supuesto. Por la venta de las publicaciones recibe igual Nicaragua, que tiene cinco millones de hablantes, que México, que tiene 105, Uruguay que España. Nosotros somos solo la décima parte de los hablantes.

¿En España no hubo reticencias?

Tuve que hacerme cargo de la secretaría de la Academia porque García Nieto había tenido un ictus. Acababa de ingresar y no conocía la casa por dentro, pero Zamora Vicente, que había sido secretario 18 años, me dio un gran consejo: "Léete las actas, desde la fundación".

¿Tres siglos de actas?

Casi. Así descubrí que la Academia había tenido vocación americana desde muy temprano. Cuando surgieron las independencias de las repúblicas americanas, se tuvo la gran idea de promover una academia en cada nuevo país.

Algún obstáculo habrá habido...

Mire, cuando fui a Chile a presentar la anterior Ortografía, el conflicto hispano-chileno por Pinochet estaba ardiendo. La Embajada de España estaba sitiada por tanquetas, había un tormentón tremendo y pensé que no iría nadie a la presentación o que habría pitos. Fue un acto conmovedor: el salón abarrotado, banderas de Chile y España, obispos, generales, los himnos... Un ejemplo de panhispanismo. Y de allí entramos a escondidas a la embajada, pero la lengua quedó por encima de todo. Ahora tenemos un problemilla con Bolivia. He hablado con Evo Morales, pero todavía...

Todavía... Es que le han reclamado a la Academia Boliviana la sede que tenía. Hay que ayudarles.

En 2050, Estados Unidos será el primer país por hablantes de español. ¿El 'spanglish' es un peligro?

Estados Unidos es uno de los retos, sí. Técnicamente, el llamado spanglish no es más que una mezcla de códigos. Un latino que va de Guatemala a Estados Unidos solamente lleva consigo su lengua. Entra en contacto con otra que no domina y lo que hace es usar el esquema del español incrustándole léxico inglés. De ahí salen expresiones como vacunar la carpeta por limpiar la alfombra. Es un fenómeno que decae a medida que el hablante va perfeccionando su inglés.

¿La vecindad con el inglés puede terminar llenando de anglicismos el español?

Si usted cuenta los galicismos que hay en el diccionario, encontrará decenas de miles. En el siglo XVIII y en el XIX se pensaba lo mismo. Por eso surgió la Academia.

¿Cuál es entonces el mayor riesgo?

Yo ahí digo, con Antonio Muñoz Molina, que el peligro no está en el inglés, está en la pobreza. En la falta de educación, en la falta de preparación lingüística.

¿Y qué ha fallado en España? Las humanidades retroceden en la educación. ¿El Gobierno no escucha a la Academia?

Nosotros insistimos cada día. Los chicos que llegan hoy a la Universidad tienen una preparación lingüística muy inferior a los anteriores.

¿Por qué?

Tal vez porque hemos atiborrado durante años las mentes de los muchachos con análisis gramaticales complejos. Hay que volver a lo básico: a enseñar a leer y a escribir, a leer en voz alta, a recitar, a discursear. Es lo que nos enseñaron a nosotros en la escuela. La ortografía que yo sé es la que aprendí a los 10 años. Para hacer el bachillerato había un examen de ingreso y con más de tres faltas de ortografía se suspendía.

¿No hay peligro para el español dentro de España? Me refiero a la política lingüística autonómica.

Tenemos una relación excelente con las academias del catalán, el vasco y el gallego. Y todas las comunidades autónomas están presentes en la Fundación pro Real Academia Española.

¿Incluidas las bilingües?

Son las primeras que pagan.

¿Cree que, como dicen algunos, la política lingüística en Cataluña perjudica al castellano?

En esta casa no entra la política. La Academia no se pronuncia nunca.

¿Y usted personalmente?

Ya he dicho que la política no entra en esta casa, y no entra, por tanto, en nuestra conversación. Mire, alguna vez he padecido mucho porque había gente empeñada en que me pronunciara sobre ese tema, pero no lo voy a hacer mientras sea director. Ni creo que lo haga cuando deje de serlo.

Su sucesor le pidió dos cosas, ¿qué le dirá usted al suyo?

No necesitaré explicarle nada porque será alguien que conozca la casa, pero pondré el énfasis en la política lingüística panhispánica.

¿El nuevo director saldrá de su equipo?

Yo no tengo equipo.

Bueno, tiene un secretario, Darío Villanueva, y un vicedirector, José Antonio Pascual.

Como sabe, no hay candidaturas. Son elegibles todos los académicos menores de 78 años. Lo que queremos es lograr un candidato de consenso, pero estoy seguro de que si no se consigue, el que salga al día siguiente será director como si hubiera sido elegido con todos los votos.

¿Ser un hombre de consenso le sirvió a usted para que Cela volviera a la Academia tras años enfadado?

Esta casa siempre se caracterizó por una muy grata convivencia. Cuando a Pedro Laín le preguntaban qué tal por la Academia, él contestaba que bien por tres razones: una, porque es una casa noble (basta pensar a cuántos les gustaría entrar); dos, porque trabaja en algo noble (la unidad de la lengua), y tres, porque es tan sociable que, decía él, Buero Vallejo se sienta junto a Torcuato Luca de Tena y dialogan amistosamente. Se refería a la etapa franquista, en la que uno había sido un condenado a muerte, y el otro, un hombre de derechas. Una labor de la dirección es procurar que eso sea siempre así. Cela tenía un temperamento fuerte, yo tenía buena amistad con él y regresó a la Academia. Aquí fue muy feliz, entre otras cosas porque merendaba muy a gusto, libre del control doméstico.

¿Entre las tareas pendientes no estaría la incorporación de más mujeres?

Nadie en esta casa, por respeto a la mujer, está dispuesto a aplicar de manera fulminante la cuota. Lo que importa es encontrar a la persona adecuada. En el caso de Soledad Puértolas, la última en ingresar, buscábamos un creador. La mujer se ha incorporado tarde a las funciones sociales. Llegó tarde a la Universidad, pero mire hoy la Universidad. Yo tengo una hija fiscal y los fiscales son mayoritariamente mujeres. Lo que está claro es que hace ya tiempo que se rompió la convención de que aquí debía haber fundamentalmente varones. Últimamente hemos elegido a dos mujeres seguidas [Puértolas y la filóloga Inés Fernández-Ordóñez], pero no vamos a andar con el termómetro para ver si tenemos 36 y medio o 37.

Pero hubo mujeres que merecieron estar.

Cierto, y otras que pudieron y no quisieron. Yo sentí como un fracaso personal que no quisiera estar mi amiga Carmiña Martín Gaite, a quien ya se lo había pedido, mucho antes que yo, Rafael Lapesa.

El cambio de actitud llegó tarde para Pardo Bazán y María Moliner.

El caso de Pardo Bazán es distinto porque el papel de la mujer era otro en su tiempo. La candidatura de María Moliner en 1972 tiene una explicación. Había dos grupos de académicos. Unos pensaban que lo más urgente era tener a alguien para el Diccionario (María Moliner), y otros, que para la Gramática (Emilio Alarcos). Creo que ninguno de los dos ofrece discusión. Lo que pasó luego es que hay candidatos que, no siendo una vez elegidos académicos, ya no quieren serlo. Pero ¿cómo no vamos a lamentar que no estuviera María Moliner?

¿Cuál ha sido el peor momento de estos años?

Malo, malo...

En febrero sobrevivió al terremoto de Chile. ¿Pasó miedo?

No. A las tres de la mañana me despertó aquella batidora y pensé: aquí puede estar terminando la vida. Veía oscilar el edificio de enfrente. Subieron a rescatarme y hasta me vestí.

Hasta se peinó, dicen.

Eso ya es literatura. El caso es que ese mismo día, a las once de la mañana, nos pusimos a trabajar en la Ortografía. Seguimos un consejo de un académico boliviano: si no nos ponemos a trabajar, empezaremos a mirarnos unos a otros y terminaremos odiándonos.

¿Hay sede para el próximo congreso?

Todavía no, pero se baraja la República Dominicana.

¿No le habría gustado ser el director del tercer centenario? Faltan tres años.

No, no, que me riñen en casa.

¿Escribirá sus memorias?

[Largo silencio]. Hombre, la parte importante sería lade este periodo académico, pero... no lo sé. A veces pienso en aquello que decía Sabino Fernández Campo: lo importante no lo puedo contar, y lo que puedo contar no es importante. Aunque no es así exactamente. Digamos que urge esperar.

Más allá de la Academia, usted nació en Asturias y en 1934, dos datos que tienen una historia.

Cuando estalló la guerra incivil en el 36, Villaviciosa, donde vivía, quedó en zona republicana y había bombardeos del llamado ejército nacional. Nosotros estábamos refugiados en la casa de unos vecinos y al final del bombardeo mis padres se encontraron con su casa derruida. Habían quedado allí unas hermanas de mi madre y unas primas. Además, mi madre me perdió. Llevaba a mi hermano al cuello y yo quedé sepultado por los escombros. Me lo contó ella. Años después encontré una crónica en Hora de España en la que se contaba que después del bombardeo de Villaviciosa sacaban un niño de entre las ruinas. Ese niño era yo. Mis padres nos educaron en la necesidad de superar esos recuerdos y de vivir abiertos a la convivencia. Yo vi pronto que ese era el camino.




El hombre panhispánico


Tataranieto de un académico

de mediados del siglo XIX, la carrera de Víctor García de la Concha dentro de la RAE ha sido fulgurante. En 1992, el mismo año de su ingreso, fue elegido secretario. Seis después era ya director, cargo que ha ejercido durante tres mandatos; el último de ellos, una prórroga extraordinaria que le ha permitido culminar hitos como la monumental, y panhispánica, ‘Nueva gramática’, publicada el año pasado, una asignatura pendiente del español desde 1931. (En la fotografía, con siete años).

Nacido en Villaviciosa (Asturias) el 2 de enero de 1934, se licenció en Teología con 26 años. Una década después se doctoró en Filología. En los años sesenta, como sacerdote, fue colaborador del entonces arzobispo de Oviedo, Vicente Enrique y Tarancón, el futuro cardenal de la Transición.

Como filólogo, casado ya y con dos hijas, ejerció como catedrático en Salamanca y como uno de los grandes críticos literarios de las últimas décadas.

Tiene reciente el ensayo Cinco novelas en clave simbólica (Alfaguara) y espera dejar su cargo para terminar la edición de dos códices autógrafos de Lope de Vega.